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COMITÉ CENTRAL
GRAN JUBILEO DEL AÑO 2000
CALENDARIO
DEL
AÑO SANTO
2000
NOTAS PRELIMINARES
A LA NUEVA EDICIÓN
Después del Calendario del
Año Santo 2000, publicado el 21 de mayo de 1998 por el Comité Central del Gran Jubileo
del Año 2000, se ha hecho necesaria una nueva edición del texto, puesto que, desde
entonces se han presentado importantes modificaciones, como también ulteriores propuestas
de celebraciones de "Jornadas jubilares" que, por su importancia universal,
debían quedar incorporadas en el Calendario oficial.
Otras jornadas, asimismo importantes, como las de las peregrinaciones nacionales,
regionales y diocesanas, no figuran en el nuevo texto, porque resulta imposible, por el
momento, definir el número de las solicitudes, las cuales siguen siendo presentadas desde
distintos lugares del mundo.
Esta nueva publicación del Calendario oficial del Año Santo 2000 conserva todos los
elementos de la primera edición y, por tanto, presenta los acontecimientos más
relevantes que serán celebrados durante el Año jubilar. Esto no significa, sin embargo,
que el Santo Padre presida personalmente todas las celebraciones señaladas. Por ahora, se
prevé la presencia del Sumo Pontífice sólo en los actos que están indicados con un
asterisco.
Al ofrecer este nuevo texto a los Pastores y a los fieles, deseamos que la celebración
del Gran Jubileo del Año 2000 les conceda a todos el don de la conversión y de la
alegría cristianas.
Roger
Card. Etchegaray
Presidente
del Comité
Central
y del Consejo de
Presidencia
@ Crescenzio Sepe
Secretario General del Comité Central y del Consejo de Presidencia
INTRODUCCIÓN
1. El Año Santo del 2000, en el que la Iglesia celebra el aniversario bimilenario del
nacimiento de Jesús, su Señor y Salvador, es un «año jubilar» y un «año
litúrgico». Estos dos aspectos no pueden ser separados, antes bien, han de dar vida a un
único espacio temporal, en el cual se funden armónicamente el dato cronológico, ínsito
en el número 2000, y el dato mistérico, propio de la celebración sacramental del
misterio de Cristo.
El año del jubileo en las Escrituras
2. Al explicar a los fieles el significado y los valores del «año santo», se suele
hacer referencia a la institución del «año jubilar» del pueblo de Israel. Según el
Levítico, cada cincuenta años, el año inmediatamente posterior a las «siete semanas de
años» (Lv 25,8) era una especie de gran año sabático: las tierras debían reposar, es
decir, permanecían sin cultivar; los propietarios recobraban sus campos y sus casas; los
esclavos eran liberados y los deudores insolventes gozaban de la remisión de sus deudas.
La institución del «año jubilar» estaba inspirada en principios de justicia social y
era una llamada a volver a los orígenes de Israel, cuando la Tierra prometida había sido
dividida entre las doce tribus (cf. Jos 13-21): la tierra, que pertenece a Dios, no podía
ser cedida totalmente; la distribución inicial del país no podía ser abolida por la
acumulación de la propiedad de tierras en manos de unos pocos; los Hebreos, liberados por
Dios de la esclavitud de Egipto, no podían ser esclavos de patrones terrenos.
3. La celebración del «año santo» es también una llamada al «año de gracia»
inaugurado por Jesús en la sinagoga de Nazaret (cf. Lc 4,16-20) y al «año de
misericordia» que el viñador pidió al patrón de la viña, esperando que la higuera
estéril diera frutos (cf. Lc 13,5-9).
Jesús, en efecto, es el Mesías, el Ungido del Señor, que, según las palabras
proféticas, ha sido enviado a anunciar la buena nueva a los pobres
y a pregonar un
año de gracia» (Lc 4,18-19; cf. Is 61,1-2).
Jesús también es, evidentemente, el viñador de la parábola que pidió al patrón
el Padre, rico en misericordia (cf. Ef 2,4) un «año de misericordia»,
esperando que la higuera estéril el hombre infiel a la Alianza dé frutos
de santidad y de justicia.
El año 2000, caracterizado por el gran signo del aniversario bimilenario del nacimiento
del Mesías Salvador, es ese «año de gracia» y ese «año de misericordia» que, en
forma siempre actual, llaman al hombre a acoger la buena nueva y a convertirse a Dios. Si
no se acoge la Palabra y si no hay conversión, no habrá ni siquiera un año de gracia,
ni un año de misericordia, ni un año jubilar.
El «Calendario del Año Santo 2000» y sus características
4. El «Calendario del Año Santo 2000» es un instrumento con el cual, siguiendo el ritmo
del año litúrgico, se indican las principales celebraciones que se tendrán en el «año
jubilar»; desde la misa de la noche de la Navidad del Señor (24 de diciembre de 1999),
cuando se llevará a cabo la apertura del Año Santo, hasta el 6 de enero del 2001,
solemnidad de la Epifanía, fecha de clausura del Gran Jubileo en Roma.
5. Las celebraciones son de una triple índole:
- litúrgica, pues constituyen la trama esencial del Calendario, cuyos puntos culminantes
son la Pascua del Señor (23 de abril) y, en armonía con el tema del Gran Jubileo, el
ciclo de la Manifestación del Señor, con las solemnidades de la Navidad (25 de
diciembre) y de la Epifanía (6 de enero), y con la solemnidad de la Anunciación del
Señor (25 de marzo).
- jubilar, por estar unidas a las tradiciones propias de los años santos, comprendiendo,
sobre todo, las celebraciones penitenciales y las peregrinaciones de fieles, que, a
menudo, pertenecen a una misma comunidad eclesial o tienen particulares vínculos de
profesión o existenciales (jubileos de los trabajadores, de los deportistas, de los
enfermos, de los encarcelados
).
- eclesial, porque hacen referencia a las "jornadas tradicionales" (jornada de
los jóvenes, de las familias
) o a ciertos acontecimientos habituales en la vida de
la Iglesia (congreso eucarístico internacional, congreso mariológico-mariano
internacional
), o bien porque tienen que ver con eventos y situaciones que la
Iglesia conmemorará y vivirá según las indicaciones dadas por el Santo Padre en la
carta apostólica Tertio Millennio Adveniente, como es la memoria de los «nuevos
mártires» (cf. TMA n. 37).
Los aspectos catequético, misionero y social quedan remarcados oportunamente en el
Calendario, en el cual se prevén celebraciones particulares que tienden a sensibilizar a
los cristianos y a la opinión pública respecto de estos temas importantes del Magisterio
eclesial.
6. Los tres modos de celebraciones coincidirán con frecuencia; por lo cual, en una misma
asamblea litúrgica habrá una pluralidad de aspectos. Será necesario, entonces, que en
cada celebración ellos sean propuestos y vividos en modo armónico y según una
jerarquía de valores: el aspecto litúrgico, en cuanto atañe al misterio de Cristo,
deberá tener siempre el mayor relieve; el aspecto jubilar, ordenado a la acogida de la fe
y a la conversión, deberá prevalecer respecto al asociativo, el cual ha de ser preparado
y celebrado espiritualmente.
Un Calendario "sacramental"
7. El año litúrgico es la celebración, en el ciclo de un año solar, de todo el
misterio de Cristo: «desde la Encarnación y la Navidad hasta la Ascensión y la
expectativa de la dichosa esperanza y venida del Señor». Los sacramentos, a su vez, son
«signos santos», «ordenados a la santificación de los hombres, a la edificación del
Cuerpo de Cristo y, en definitiva, a dar culto a Dios». Haciendo continua referencia a
los misterios salvíficos cumplidos por Cristo, configuran el discípulo a su Maestro. Por
eso, en el «Calendario del año santo 2000» se prevé la celebración solemne de los
siete sacramentos: el Bautismo de niños (9 de enero); el Bautismo de adultos, la
Confirmación y la Eucaristía en la Vigilia Pascual (23 de abril); la Penitencia, el
martes santo (18 de abril) y en las celebraciones penitenciales propias del Jubileo; la
Unción de los enfermos, en la memoria de Nuestra Señora de Lourdes (11 de febrero),
"Jornada de los enfermos"; el Orden sagrado, en la solemnidad de la Epifanía (6
de enero) para las ordenaciones episcopales y en el IV Domingo de Pascua (14 de mayo) para
las ordenaciones presbiterales; el santo Matrimonio en el XXVIII Domingo del tiempo
ordinario (15 de octubre), en concomitancia con el "Jubileo de las familias".
De este modo, el «Año del Gran Jubileo» se propone como un año en el cual los fieles,
totalmente orientados al Padre por Cristo en el Espíritu, participan con fe plena y
compromiso renovado, en la celebración de los sacramentos, manantiales inagotables de
gracia y de salvación.
Un Calendario romano
8. El «Calendario del Año Santo 2000» es eminentemente romano. Por motivos históricos,
desde cuando el acceso de los fieles a Jerusalén y a los lugares santos se hizo difícil,
Roma se transformó en la meta principal de las peregrinaciones. Bonifacio VIII (+ 1302),
que instituyó el primer «año santo» de la historia en el año 1300, imprimió con la
bula Antiquorum habet (22 de febrero de 1300) un fuerte carácter romano en el año
jubilar .
La cualidad romana del «Calendario del año santo 2000» radica en:
el hecho de que el Santo Padre es el Obispo de Roma, Sucesor del Apóstol Pedro y, por
tanto, partícipe del primado que el Señor le confirió al Servicio de la Iglesia
universal;
las insignes memorias de las que Roma es custodia: en primer lugar, las de los Apóstoles
Pedro y Pablo, que en ella anunciaron la Buena Noticia y con el martirio dieron testimonio
fiel del Señor Jesús; luego, la de innumerables Mártires que, comenzado por los
Protomártires Romanos (siglo I), confesaron su fe en Cristo con la palabra, la conducta,
el sacrificio de la vida.
Un Calendario universal
9. La condición singular de la Urbe, sede episcopal del Romano Pontífice, y el hecho de
que por primera vez el Jubileo se celebra contemporáneamente en Roma, en Tierra Santa y
en las Iglesias locales, hacen que el Calendario no sea sólo romano sino también
orientado a toda la Iglesia. Por lo tanto, el Calendario se propone como un modelo, para
que llegue a ser por la ejemplaridad de las celebraciones un instrumento de comunión para
la Iglesia entera, de modo que en las Iglesias locales todos los fieles puedan
experimentar la unidad de la fe al celebrar el misterio de Cristo.
Para alcanzar tal objetivo, el Comité Central ha puesto a disposición de las Iglesias
locales una serie de subsidios litúrgicos que, adaptados oportunamente a los usos y a las
tradiciones locales, constituyen un fuerte vínculo entre las Iglesias locales y Roma.
Otro signo de universalidad y de unidad en la fe será dado por la pluralidad de
participación: cada celebración "romana" será a la vez universal, por la
presencia y la participación de los representantes de las naciones y de las diversas
realidades eclesiales.
La coparticipación de los fieles de todo el mundo será posible, también, gracias a los
modernos medios de comunicación social, que promoverán la participación gozosa en lo
que se celebre en Roma a lo largo del «primer Jubileo de la era de las
telecomunicaciones».
En fin, la universalidad se hará visible también por las celebraciones en todos los
ritos litúrgicos. El «Calendario del Año Santo 2000» no podía ignorar esta admirable
realidad eclesial, que manifiesta la catolicidad de la Iglesia. De allí que se prevean
celebraciones en los ritos: siro-oriental, siro-antioqueno, alejandrino-etiópico, copto,
armenio, bizantino, ambrosiano y mozárabe.
Un Calendario ecuménico
10. Refiriéndose al grave problema de la división de los cristianos, el Santo Padre
escribe en la Tertio Millennio Adveniente: «Bajo el perfil ecuménico, [el 2000] será un
año muy importante para dirigir juntos la mirada a Cristo, único Señor, con la
intención de llegar a ser en él una sola cosa, según su oración al Padre. La
acentuación de la centralidad de Cristo, de la palabra de Dios y de la fe no debería
dejar de suscitar en los cristianos de otras confesiones interés y acogida favorable»
(n. 41).
El «Calendario del Año Santo 2000» ha hecho suyo este deseo del Santo Padre y de la
Iglesia entera. Prevé algunos encuentros importantes con perfil ecuménico, a los cuales
podrían añadirse otros, como el augurado encuentro pan-cristiano. Existen ya contactos
con las otras Iglesias y Comunidades eclesiales. Durante el Año Santo, sin embargo, las
Iglesias locales están invitadas a buscar, junto a los hermanos cristianos, formas de
celebraciones comunes que lleguen a ser una ocasión de encuentro, de oración y de
diálogo entre todos los cristianos.
Un Calendario atento a la piedad popular
11. Un calendario litúrgico, por su naturaleza, no contiene indicaciones relativas a los
ejercicios piadosos. El «Calendario del Año Santo 2000», en cambio, las ofrece. Esto es
debido al hecho de que no pocos ejercicios del «año jubilar» procesiones,
celebraciones penitenciales, adoración eucarística, via crucis tienen una matriz
popular.
Por ello, el Calendario prevé para los viernes de Cuaresma y para otros días marcados
por el misterio de la pasión de Cristo el pío ejercicio del via crucis; y para algunas
fiestas y memorias de la Madre del Señor indica la oración del Santo Rosario.
Se espera que las celebraciones penitenciales del año 2000, además de estar orientadas a
la conversión individual, tengan como objeto el pedir perdón por las actitudes y los
comportamientos que exigen conversión (cf. TMA nn. 33-36).
Un Calendario atento a la figura y a la misión de la Madre de Jesús
12. En el acontecimiento conmemorativo del Gran Jubileo del Año 2000 la
encarnación del Verbo y el nacimiento de Cristo María de Nazaret ha tenido un
papel esencial: en la encarnación ha acogido, en nombre y en representación de su pueblo
y de la humanidad, al Hijo de Dios; en el parto lo ha dado a luz, lo ha presentado al
mundo, se ha puesto al servicio de la obra salvadora de Cristo. La carta Tertio Millennio
Adveniente habla de ello repetidamente y observa que «la afirmación de la centralidad de
Cristo no puede, por tanto, separarse del reconocimiento del papel desempeñado por su
santísima Madre» (n. 43).
Para poner en evidencia, adecuadamente, el papel de la Madre del Salvador, no hay forma
más sencilla y mejor que celebrar, con la debida atención y según el ritmo del año
litúrgico, las fiestas de la Bienaventurada Virgen María que, en estrecha relación con
el misterio de la encarnación del Verbo y del nacimiento de Cristo, están en la
perspectiva de este año jubilar.
Así pues, por la unión indisoluble del Verbo divino y de la Virgen, que queda de
manifiesto propiamente en el misterio del Natalis Domini, el gran Jubileo de Cristo se
transformará espontáneamente en el Jubileo de la Madre.
Roger
Card. Etchegaray
Presidente
del Comité Central
y
del Consejo de Presidencia
@ Crescenzio Sepe
Secretario General del Comité Central y del Consejo de Presidencia
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